La palabra, menos una

19.02.2020 – 06.05.2020

En el siglo xvi, el lenguaje real no es un conjunto de signos independientes, uniforme y liso en el que las cosas vendrían a reflejarse como en un espejo a fin de enunciar, una a una, su verdad singular. Es más bien una cosa opaca, misteriosa, cerrada sobre sí misma, masa fragmentada y enigmática punto por punto, que se mezcla aquí o allá con las figuras del mundo y se enreda en ellas: tanto y tan bien que, todas juntas, forman una red de marcas en la que cada una puede desempeñar, y desempeña en efecto, en relación con todas las demás, el papel de contenido o de signo, de secreto o de indicio.
Esta descripción del lenguaje empleado en el siglo XVI que nos hace Michel Foucault en su libro Las palabras y las cosas : una arqueología de las ciencias humanas puede ser un punto de partida desde el que mirar el trabajo, principalmente instalativo, de Julia Llerena. Es decir, no verlo como una intención de articular una multitud de signos si no de contemplar esta agrupación como una masa fragmentada. No es una busqueda epistemológica si no una tentativa de envolver al espectador y dejarlo frente a esa diversidad de objetos que contienen el secreto y el indicio de su materialidad.

Por eso, la artista usa objetos encontrados, fragmentos de la vida cotidiana como un lenguaje que se desarrolla a través de sus instalaciones que pueden ser entendidas como una escritura en el espacio. El vidrio o el hierro que se funden, las piedras que un evento pasado arrancó del suelo, etc. son materiales terrenales, previamente celestiales; que ensambla, sin transformar, para crear sus obras.

Ahora, la pregunta abierta que nos hace la artista es: ¿Una vez que este lenguaje se manifiesta y empieza a existir, de qué forma tenemos que archivarlo? Esta pregunta se refiere a las estructuras necesarias para mantener su sentido y evitar que caiga en el absurdo o en el olvido. En este sentido, Julia Llerena nos enseña de manera tangible la fragilidad del lenguaje y toda la fuerza requerida para mantenerlo en la realidad. Sus obras responden a esta pregunta con la misma idea desarrollada por Julietta Singh en su ensayo “No archive will restore you” (ed. 3Ecologies Books, 2018). El archivo en este caso no es algo formal, no tiene un hogar frío como nos lo imaginamos, si no que su lugar es el cuerpo. El cuerpo como archivo. La ventaja de plantear el cuerpo como archivo es que su organismo no conoce la amnesia, tiene memoria aunque sus componentes se regeneren permanentemente.
El trabajo de Julia Llerena involucra el cuerpo del artista a través de la colección de objetos encontrados cuya escala rara vez excede la de la mano. También involucra el cuerpo del espectador que, debido a la naturaleza contundente de esos objetos y sus instalaciones inmersivas, crea un sentimiento de hospitalidad extraña. Una relación activo-pasiva que se hace mas fuerte todavía con el juego de luz y oscuridad presente en la planta baja de la exposición.
La palabra, menos una” pretende compartir la experiencia de este lenguaje enigmático y cuestionar la posibilidad de archivar esa experiencia en el cuerpo del espectador que se enfrenta al espacio expositivo.

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