Katinka Bock

atalka-atalka

5€

En esta primera publicación, el director artístico de la galería de Cibrián, Martin Lahitete, camina con la artista Katinka Bock por los alrededores del estudio de la artista, en las afueras de París, discutiendo la importancia de lo local, la empatía y las posibles lecturas de su trabajo.

 


Katinka Bock: Cuando llegué aquí, a este pueblo a una hora y media de París, para instalar mi nuevo taller, leí una historia que contaba que desde el siglo XV, los cazadores de la localidad enterraban sus perros aquí, debajo de un roble. Pero todavía no he encontrado el árbol. Sigo buscándolo.

 

Martin Lahitete: Entonces, igual lo encontramos juntos, ya que hemos decidido grabar esta conversación mientras andamos, mientras charlamos a la vez que observamos el mundo que nos rodea. Y precisamente, quería decirte que en cierto modo, es así como descubrí tu trabajo por primera vez, hace ya varios años. Era en el jardín de la Petite Escalère, en la frontera entre las Landas y el País Vasco.


KB: Increíble… ¿Viste Tomorrow’s Sculpture allí?
Es poco habitual…, es un lugar algo secreto.

 


ML: El jardín era precioso. Pero en cuanto caían fuertes lluvias, y siempre las hubo pero cada vez son más frecuentes en esa zona, se desbordaba el río, y las obras instaladas en el jardín comenzaban a estar en peligro porque el jardín quedaba completamente inundado. Terminaron por cerrar el jardín, pero recuerdo muy bien Tomorrow’s Sculpture, dos patas de bronce que sostenían una viga de metal, dos figuras que se alzaban frente a frente, dibujando como una puerta que daba al pantano, a las landas.

 


KB: Sí, eso es, se trata de dos personajes que son uno solo y que, como dices, forman una puerta, o un marco, hacia el paisaje. Es una escultura prácticamente “de rituales”, pues pasó por el fuego, y posteriormente por el agua. Iba a instalarse en primer lugar en el pantano, y como según la tradición, la turba se quema una vez al año, imaginé una escultura que pudiera vivir con el fuego, y con el agua ya que el terreno es inundable. Finalmente, se desplazó del pantano al bosque, pero hubo una época en la que la mitad de la escultura se encontraba continuamente en el agua. Era impresionante.

 


ML: Sí, la coleccionista y propietaria del jardín me decía que el último año, tenía que desplazarse en barco para ver las obras, y en especial para comprobar su estado. Es una historia que relata bien nuestra época.

 


KB: (Risas). Sí, hubo una época en la que se necesitaban botas, pero poco después se necesitaba una barca. Era muy fuerte ver cómo un entorno, un magnífico paisaje, bucólico, casi romántico, en realidad era muy destructor, ya que cuando se retira el agua, los daños en el terreno y en las obras son realmente importantes. Los metales se enroñan, las obras se descomponen. Esa belleza de la inundación oculta una amenaza real.

 


ML: Para ti, el entorno del trabajo es un dato fundamental sobre tu práctica. Ya sea natural o urbano.

 


KB: Sí, me gustan los lugares que son conflictivos, donde el ecosistema puede ser un tipo de problema. Y cuando visité la Petite Escalère por primera vez, Dominique tuvo que llevar a su pareja sobre su espalda para cruzar una pequeña extensión de agua, porque no había traído sus botas ese día. Y viendo a esas dos mujeres, que ya no tenían veinte años, vivir así con ese ecosistema, quise que la escultura fuera un par de figuras que se sostienen la una a la otra.

 


ML: Eso es lo que me interesa y me gusta mucho en tu trabajo, que eres quizás tanto, y casi al mismo tiempo, una artista de taller, que trabaja en solitario, introspectiva, poética, y una artista in situ, que trabaja y reacciona a los entornos, naturales, pero sobre todo sociales, y actúa con y sobre ellos, y colabora mucho. ¿Cómo se estructuran esos modos de trabajo y de compromiso entre ellos?

 


KB: El uno funciona con el otro. Algunos momentos con los lugares, y con los usuarios de esos lugares, son muy importantes, porque necesito encontrar un sentido al encuentro con un lugar, un espacio, una situación. En realidad, es una cuestión de empatía, la empatía como un sentimiento puntual, furtivo, que no es lo mismo que la amistad, porque no necesitamos hacernos promesas y pese a ello, nos vamos con algo que nos ha cambiado. Eso suele ser el punto de partida. Es como algo que me llevo prestado, una temperatura que me llevo conmigo al taller y a la que trato de darle una continuación, un eco. Pero también puede ser un sentimiento que molesta. Por ejemplo, tras mi primera visita a Vitoria-Gasteiz, me fui con la impresión de no haber visto suficiente del museo (Artium. Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo), y así es como comprendí que había echado en falta la luz natural, y que una parte de mi exposición podía tener una relación con ello. Porque había sentido que Beatriz (Beatriz Herraez, directora de Artium) podía necesitar a alguien que le aportara un cambio en el espacio. Pensé que podía ser yo. Y me gustaba la idea de hacer que el exterior, el reflejo de la vida exterior, entrara en un museo que precisamente había querido reflejar el arte y la cultura vasca. Era casi contradictorio que su arquitectura fuera tan hermética, tan cerrada.

 


ML: Y siguiendo esa línea, ¿también trabajaste en el taller-escuela Albaola, que está refabricando el ballenero San Juan en Pasaia, para la obra Segment with Unknown Radius? ¿Cómo fue esa colaboración? En aquella época, me dijiste que tuviste que hacerte aceptar, doblegarte a las reglas del taller como la madera que utilizaste se va doblando con el tiempo.

 


KB: Me pareció muy bien que me explicaran que solo podía trabajar con ellos si les proponía algo que les interesara realmente, porque no podían perder el tiempo con colaboraciones que no llevaran a ningún sitio. Concretamos una cita para vernos en persona, y les describí lo que me gustaría hacer con los alumnos de la escuela. Era como una prueba, pero no lo viví como una obligación, me pareció muy bien que lo habláramos en presente, en vez de a través de un sistema de valores en el que el artista y el gran museo de la Región merecieran todas las atenciones por principio. No, significaba: ¿es interesante el trabajo en común o no lo es?

 


ML: Es realmente una forma de huella mutua…

 


KB: ¡Exactamente! Es un buena definición -algo que se toma prestado mutuamente- y un concepto que me interesa mucho. No hay un negativo por un lado, y una tirada positiva por el otro, sino que uno produce una huella sobre el otro y viceversa.

 


ML: En la exposición en Cibrián, muestras una obra que se titula Four your eyes only. Es una nueva versión de una obra que ya mostraste en Pivo, en São Paulo. Ambas comparten título, sin embargo, son muy distintas la una de la otra.

 


KB: Ambas son como grabadores. En la primera versión, una tela estaba simplemente posada sobre el tejado del edificio de Pivô, en São Paulo, durante casi un año. El sol actuó sobre el tejido y sobre el suelo, bajo el tejido. En San Sebastián, esa tela se ha cortado en dos y tendrá la forma de un ángulo. El ángulo, es el encuentro entre lo horizontal y lo vertical, y quizás sea ese el motivo de la exposición en Cibrián: el ángulo como cruce entre geografías, orientaciones, que siempre son, así mismo, el borde de un espacio. Cuando descubrí el espacio de la galería, vi que había muchos ángulos. Son estrellas cruzadas, y me gusta mucho, porque no se puede entender la genealogía del espacio de primeras ya que sigue una lógica que va por detrás de nuestro tiempo. Cada ángulo cuenta una parte de una historia, un contacto con un vecino, una vecina, y eso, me gusta mucho. La otra obra de la exposición también es un ángulo, pero de aluminio. También ha ido a Albaola, al mar, para estar en el agua, impregnado, suavizado, durante unos meses. Cuando se saque del agua aparecerá una inscripción en el material.

 


ML: Tengo la impresión de que desde que has venido a trabajar al Albaola, tu reflexión sobre el ángulo y los bordes evoluciona, ya que en el mar, en el Océano, no hay bordes, solo hay un fondo. Y quizás dé lugar a una nueva lectura o enfoque de tu trabajo, con la idea de navegación en una extensión donde no pueden existir ecos, ni bordes…

 


KB: Ni existen bordes, ni se encuentra frente a frente con nada… Sí, quizás para nosotros no, pero para las demás especies que viven en el mar, sin duda se den situaciones en las que se encuentre frente a frente, e incluso existan bordes. Pero para nosotros, los seres humanos, es cierto que imaginando un viaje a bordo de un ballenero entre el País Vasco y Canadá, no habrá bordes ni nada de frente. Y esa proyección me parece fabulosa. En italiano, existe un término que me parece muy bonito, “annacquato”, que significa diluirse, y perder su concentración, mezclarse con los contornos de la vida. Son situaciones que me interesan, pero está en contradicción con lo que me interesa profundamente: encontrar la forma justa. Me encanta esculpir y solo me ocupo de eso, de ese borde. Y creo que lo que tiene sentido, es esa contradicción.

 


ML: Como bien dices, el frente a frente existe realmente en el entorno marino: las ballenas pueden ver gracias a su oído interno. Ese es otro elemento central de la exposición, un objeto que te fascina, un pequeño hueso de unos quince centímetros, que actúa como un radar. 

 


KB: Eso es, como un radar. Y una vez más, funciona asociando lo horizontal y lo vertical hasta encontrar un equilibrio. Ocurre en el oído, en ese elemento que se parece a una pequeña concha.

 


ML: Hemos llegado a la puerta de tu taller.

 


KB: Sí, ahora podemos entrar y seguir dentro.

 


ML: ¡Precisamente, ahora aquí hay eco!

 


KB: ¡Jaja, sí, es cierto! También lo habrá en el espacio de la galería.

 


ML: En el centro de la galería, instalarás una escultura que se inspira en ese hueso del oído interno de la ballena. Pero precisamente, el centro que identificas, no es necesariamente lo que tradicionalmente podemos considerar como el centro del espacio de la galería.

 


KB: Sí, porque pensé que había que seguir esa idea de eco-localización y preguntarme cuál era verdaderamente el centro del espacio de la galería. Recorté el plano de la galería, y con una aguja busqué el centro, el lugar donde la hoja se mantendría en equilibrio sobre la punta de una aguja. Y el centro identificado con ese gesto es un punto que no se encuentra en el centro del espacio de exposición, sino en el espacio de almacenamiento, justo donde está la entrada. La decisión se adoptó de ese modo, por lo que ahora os dejo que os adaptéis y viváis con esa decisión durante el tiempo que dure la exposición. (Risas). Me parece muy bonito que sea un borde una vez más. Pero por supuesto, es la propuesta que os presento, no es una obligación. Es como con Albaola. Podéis decir que no.

 


ML: ¡Por supuesto que nos interesa! Nos lleva a ver el espacio de la galería de otro modo, y a vivir con ello. Y en cierto modo, es lo que has hecho también con el exterior de la galería, su entorno, el barrio. Nos llevas a mirarlo y a vivirlo de modo distinto a través de las fotografías que has tomado en el barrio de la galería.

 


KB: Mientras paseábamos, Gregorio, tú y yo, por las calles alrededor de la galería, hemos aprendido a intercambiar nuestras miradas sobre el barrio. La cámara de fotos me acompañó durante todo el paseo, y he decidido elegir una fotografía tomada durante esa sesión para la exposición, o quizás dos. Las demás fotografías son de otro lugar, de otro momento, un momento del comienzo del verano, en Italia, en Pompeya. Pero era justo después de haber pasado un tiempo en San Sebastián, y todavía llevaba la huella de mi estancia en San Sebastián. Por eso tienen su lugar en la exposición.

 


ML: Eso me recuerda el papel que diste a los artistas que solicitaste para tu exposición en Lafayette Anticipations y la publicación que elaboraste allí. Los llamabas corresponsales extranjeros. Esas figuras, como las del transeúnte, los transeúntes, cruzan tu universo artístico.

 


KB: Sí, para mí es muy importante, aunque me interesen tremendamente las características propias del lugar, si saco mucho del mismo, que también figure un exterior: y en especial el transeúnte, el paseante, el extranjero encarnan esa exterioridad. Ahí es donde me encuentro en estos momentos, en las ganas de traer de otro lugar, del exterior a un lugar donde creo que un encuentro es posible. Quiero crear aperturas.

 

Suscríbete a nuestra newsletter