Cibrián se complace en presentar Un jardín, una exposición individual de Marina González Guerreiro en la galería.
Un jardín es una recopilación de los distintos intereses de Marina González Guerreiro, que abarcan esculturas, azulejos, pinturas y collages de técnica mixta, creados en distintos momentos de su carrera.
En su ensayo El jardín en movimiento, el jardinero y paisajista Gilles Clément redefine el jardín no como un entorno estático, sino como un lugar donde la observación es clave y donde la naturaleza sigue su curso. El modus operandi de Clément consiste en dejar que las cosas sucedan con una intervención mínima, a menudo en lugares ignorados como terrenos descuidados. Un jardín, y en general la obra de Marina González Guerreiro, se hace eco de estos lugares. La multitud de gestos, texturas y formas parecen trabajar en simbiosis para crear un entorno único cuidadosamente supervisado por la artista, pero nunca sobrecargado. La práctica de la artista, similar a un ecosistema que crece de forma diferente cada día, invita al espectador a adentrarse en su multiplicidad.
La infancia recorre la obra de Marina González Guerreiro, que la acoge pacientemente. No de forma simplista o frívola, sino como una fuente que alberga el material para otra realidad, un poco alejada de la mirada antropocéntrica. Una pregunta surge al mirar las páginas de cuaderno o de diario que la artista muestra en varias de sus obras: ¿Qué significa realmente escribir a un yo futuro?Los pequeños retablos pintados con una reducida paleta de color, las composiciones cerámicas adornadas con dibujos de elementos naturales, las pinturas tempranas, las esculturas con objetos encontrados, agua, papel, arroz, etc. todos esos elementos heterogéneos aparecen como parte de la respuesta. Son aspiraciones, refugios efímeros dejados a la vista. La artista, un yo futuro, utiliza esos elementos como conductores capaces de conciliar dos temporalidades de las que se siente igualmente atraída.
En una época en la que el provincianismo se está revalorizando en el ámbito artístico, no sería incongruente hablar del aislamiento geográfico de Marina González Guerreiro. Su extrema atención a los detalles y su aguda observación podrían deberse a este aislamiento y a su proximidad a la naturaleza. Es una parte inherente de su obra, por supuesto, pero hay en juego una serie de significados más complejos que invitan al espectador a comprometerse con ella, casi a cartografiarla. La tensión entre la sofisticación de un lenguaje (su jerga, su audiencia, etc.) y la frágil interpretación de lo ordinario es fundamental en la obra de Marina González Guerreiro, donde algo parece deshacerse con cada mirada y, sin embargo, adquiere una importancia inesperada. La caída de una pera, la representación de la brisa, las aspas del viento, etc. Marina González Guerreiro muestra un continuo retorno al momento en que se toma una decisión, una suspensión del tiempo.