eventually, Eden

27.09.2024 – 30.11.2024

Cibrián se complace en presentar eventually, Eden, una exposición individual de Mónica Mays en la galería.

La esfera más alta del cielo, el empíreo, comparte su etimología (griego empyros - «ardiente») con empireumático, término utilizado para describir el olor a materia orgánica quemada. Hay una historia de combustión y consumo detrás de la del Paraíso. Una que crea un puente entre su definición bíblica y su variante profana: Paraíso terrenal. Siguiendo el rastro etimológico, Edén proviene del hebreo que significa «delicias», y que a su vez vendría del acadio edinu y del sumerio e-din, ambos con el ,ןֶדֵע significado de «llanura», o «estepa». Cuando se trata del cielo, placer y topografía parecen entrelazarse inevitablemente.

El paraíso tiene muchos nombres: Edén, Jannah, Sión, Shangri-La... Ya sean celestes o terrestres, todos estos lugares primigenios se conciben como paisajes que producen delicias, adoptando tradicionalmente la forma de jardines domesticados que reflejan un profundo deseo de armonía consumista con una forma dócil de naturaleza. A la inversa del cielo bíblico, los paraísos terrenales prosperan gracias a los rápidos flujos turísticos, que a su vez se alimentan de economías extractivas. -tracción es el sufijo que utiliza Mays para hablar de esto, completado con un prefijo acorde con el ángulo de la conversación: dis-, ex-, abs- . Tracción viene del latín trahere, arrastrar o atraer. La palabra sugiere una coerción cinética que hace eco de la dinámica explotadora que subyace en nuestro deseo de cielos terrenales. Esta tensión entre la violencia impulsada por el apetito y la fragilidad paradisíaca que la provoca, junto con la resistencia que produce, se encuentra en el centro de la obra de Mays.

Para eventually, Eden, Mays presenta una nueva serie de esculturas, dibujos en gres y lienzos encerados que abrazan la idea del paraíso como un lugar polimorfo, irresoluto y ambivalente, a la vez que sagrado y secular, y que explora sin resentimiento ni desilusión. En sus nuevas esculturas, los tubos de escape de los automóviles sirven de espuelas para extensiones anatómicas. Un sistema de escape sirve para expulsar del motor los residuos de la combustión del petróleo. El término en inglés para tubo de escape es agotar (exhaust system). En algún punto de la línea de traducción, agotamiento y evasión se conectan. Escapar de la patología del agotamiento extremo que la psiquiatría moderna acuñó como burn-out es el argumento principal de la promesa paradisíaca del turismo rápido. El mismo mecanismo se puede encontrar en los parques de atracciones, donde convergen el deseo y el miedo como método de distracción, aquí representados en las montañas rusas esquematizadas que cubren el grés de color beige. Parece haber una cadena causal que va de la combustión y el agotamiento al deseo y la evasión, y que afecta tanto a los fundamentos de la mecánica como al encanto de la dicha paradisíaca, ya sea a través de un vuelo transcontinental, una atracción o el más allá que supuestamente aguarda después de la muerte.

Las extremidades punzantes de las esculturas se completan con suspensiones mecánicas, dispositivos elásticos diseñados para absorber los golpes. La suspensión (del dolor, la angustia, el paso del tiempo y otras preocupaciones mortales) es un requisito previo a la gracia, a su vez condición primordial para acceder al paraíso, tanto en el reino elisiano como en el telúrico. El agotamiento se considera en algunas religiones como otro camino hacia la gracia (el agotamiento del ciclo de la reencarnación en el budismo, o el provocado por la entrega ascética preconizada por la retórica católica de Simone Veil).

Los sistemas de ensamblaje de Mays están parcialmente embalsamados en tela funeraria, cubiertos de yeso, cera, resinas de árboles, mirra, damar, recortes de pieles secas de animales… todos ellos materiales cargados de una cualidad tanto conservadora como ritualística. En algún punto de su proceso, Mays defiende la reutilización y el embalsamamiento, y por extensión la escultura, como prácticas suspensivas. Su obra eventually, Eden sugiere precisamente esa suspensión agotada, expresada además por la coma que separa el nombre genérico del cielo de su adverbio final en el título de la exposición. Ya sea en vida o después, el paraíso suele recompensar una espera agotadora.

Los cajones taxonómicos se utilizan como pedestales para las esculturas. Estos gabinetes de curiosidades son muebles que albergan multitud de compartimentos. Sus alcobas evocan un mundo en el que la curiosidad abarcaba tanto la búsqueda del conocimiento como lo extraño. Una organización arquitectónica del saber que recuerda a los estrechos camarotes de las carabelas españolas de la Era de los Descubrimientos, o a los de los cruceros de lujo. En ambos casos, el navío atraca inevitablemente en las costas de lugares remotos para mercantilizar, compartimentar y exotizar. Los objetos exóticos que se expondrían en estos cajones taxonómicos se extraerían de sus contextos geográficos con un afán de planteamiento epistemológico. Estos espacios vacíos compartimentados, como pequeños jardines encerrados, se dejan a la vista, impregnando el resto de la obra de Mays con un aura de categorización desanticuada, obsoleta, anacrónica, en desuso.

La exposición muestra un conjunto armónico de obras cuyas formas evocan maquinarias lubricadas y la textura de un paraíso disonante. Húmedas, corpóreas y agotadas por sus funciones, oscilan entre la elevación y la caída, el terror y el deseo, la gravedad y la gracia, mientras esperanzas y fluidos se filtran por igual de sus costuras trabajadas a mano.

+ Ver más

Suscríbete a nuestra newsletter